Dormir un poco después de comer es un hábito que muchas personas comparten y puede ser muy placentero. Es una buena forma de reponer energías, especialmente si hemos madrugado o no hemos pasado una buena noche. Sin embargo, esto no siempre es así. En ocasiones, genera más fatiga o incluso malestar emocional y es probable que no entendamos por qué nos ocurre.
Desde Alysa Psicología creemos que es importante comprender las señales que nos ofrece nuestro cuerpo y esta es una de ellas.
Posibles causas
Identificar cuáles son las variables que determinan que esa siesta sea reparadora o devastadora es el primer paso para desarrollar una rutina de sueño vespertino que nos favorezca.
Ciclos de sueño
Mientras dormimos pasamos por varias fases, desde el sueño ligero a la fase REM pasando por el sueño profundo. Todas ellas son necesarias para lograr el descanso apropiado y lo ideal es experimentar varias veces esta secuencia (ciclo) durante la noche. Si despertamos en medio de un ciclo, especialmente si no se ha llegado a la fase REM, podemos encontrarnos cansados, desorientados o incluso de mal humor.
Condiciones del entorno
Es habitual aprovechar este rato para descansar en el sofá, a plena luz del día y con alguna pantalla o estímulo sonoro a nuestro alrededor. Igual que estas condiciones no nos permiten conseguir un buen descanso por la noche, no ayudan a recuperar el sueño perdido a medio día.
Ritmos circadianos
El ser humano es un animal diurno, por lo que dormir en mitad del día no siempre es bien aceptado. Cuando dormimos a estas horas nuestros hábitos de sueño pueden desajustarse y, si demoramos mucho este momento, existe mayor probabilidad de despertarnos desorientados, ya que puede solaparse con el momento en el que tu cuerpo sabe que debe descansar.
Estado de ánimo
Nada más despertarnos, podemos experimentar cierta sensación de poca energía o desánimo, independientemente de lo bien que hayamos descansado. Si estamos teniendo un mal día, puede que esta sensación nos resulte más tediosa de lo habitual y empeore nuestro estado de ánimo durante el resto del día.
Estas son causas habituales, sin embargo, si esto se da de forma muy habitual, es posible que exista algún problema de salud subyacente. Esto puede ser apnea del sueño, insomnio, depresión o ansiedad, que dificultan nuestro descanso, especialmente cuando no se mantienen unas buenas condiciones e higiene del sueño.
Pautas para una buena siesta
Para sacar el máximo potencial a esta práctica deberemos tener en cuenta las indicaciones anteriores. Algunas estrategias que puedes probar son:
Acortar el tiempo
Una siesta de 20 o 30 minutos, conocida como power nap, puede ayudarnos a despertarnos con más energía y evitar la sensación de desorientación y decaimiento, ya que en ese tiempo no se llega a alcanzar el estado de sueño profundo.
Preparar el entorno
En contra de lo común, una siesta en un entorno oscuro, cómodo y silencioso será lo ideal para lograr un sueño reparador.
Respetar la rutina
La siesta puede ayudarnos a recuperar energía, pero no sustituye un buen descanso nocturno. Es importante que esta práctica no retrase nuestra hora habitual de ir a dormir y, si es algo habitual, que se mantenga siempre en el mismo horario.
Si poner en práctica estos consejos no te ayuda a mejorar tus siestas, puede que exista alguna otra causa que no te esté permitiendo lograr tu descanso. Algunas de ellas pueden ser las ya mencionadas, pero, además, periodos de estrés, preocupaciones o malos hábitos pueden estar provocando esta situación. Desde Alysa Psicología te recomendamos que acudas a un profesional que pueda ayudarte a identificar estas causas y trabajar sobre ellas.